
A todos nos ha pasado. Una mala racha, aburrimiento, exámenes, stress… Hay épocas en las que comemos más y el cuerpo, claro, se resiente. Sobre todo cuando no hacemos nada de deporte o, algo que le pasa a muchos, de repente, por trabajo o lo que sea, hemos dejado de hacer esa actividad física a la que antes no faltábamos nunca. Y se nota, vaya si se nota.
Le puede pasar a cualquiera. No hay nada peor que la tapita de mediodía, con su par de cañas, para ir ganando poco a poco ese sobrepeso que antes nos horrorizaba. Y de repente, como quien no quiere la cosa, empieza a salir algo en nuestra cintura: michelines. Y la ropa… ¡Ay, la ropa! Como es de esperar, lo que tenemos en el armario deja de valer y nos quedan dos opciones: o vamos de compras, o al gimnasio.
Suponiendo que sois de los míos, obviamente iréis de compras. Sudar es cansado. Pero engordar significa que tenemos un cuerpo nuevo y que tenemos que aprender a vertirlo. Lo mejor: empezar desde dentro. Y una vez más, para no cambiar de estilo, aquí van las reglas fundamentales para vestir cuando se ha echado barriga.
- Los calzoncillos, también XXL: esto es más común de lo que parece. No nos damos cuenta, vamos engordando, pero mantenemos la vieja ropa interior. Total, como la goma estira… Se va dando de sí, se va dando de sí y total, si entro, qué más dara. Error. No sólo se trata de entrar sino de que siente bien. Cuando se engorda las costuras dan de sí, pero no son milagrosas, así que acaban clavándose ligeramente, algo que no harían de ser nuevos y de tu propia talla. Esto, que parece una tontería, puede provocar un efecto extraño cuando coloquemos el resto de la ropa encima.
- La cintura en la cintura: por evitar el efecto cachuli, tan comentado por aquí últimamente, tampoco debemos caer en lo contrario. La cintura justo en su sitio, y si la barriga se nos escapa por encima, algo mal estamos haciendo. Y esto entronca con el siquiente consejo.
- La ropa, de tu talla: la ropa holgada hace más gordo, y la estrecha, ridículo. Lo mejor es buscar justo la que nos quede bien, ni amplia ni apretada. Aprender a respetar la propia figura es el primer paso para saber vestirla y, después de todo, está más que comprobado que embutirte en una talla menos causa muchísimo peor efecto.
- La camisa, por fuera: los que hayan leído mis entradas y mis comentarios verán que esto es una especie de guerra personal, pero es que en este caso es más útil que nunca. Dejemos a un lado el toque desenfadado que da al conjunto, al menos por hoy. La camisa por dentro crea bolsitas en torno a la cintura, lo que hace que nuestro amigo el michelín parezca más grande de lo que es. Es cierto que llevarla por fuera por fuerza nos va a obligar a modificar el conjunto entero y hacerlo un poco más informal, pero eh, no se puede tener todo. Eso sí, importante, que la camisa no sea demasiado larga o el efecto será justo el contrario.
- Cuello de pico o doble cuello: para apartar la atención de la papada, nada mejor que un buen cuello de pico. Eso sí, como según a donde vayamos el efecto puede ser demasiado para la situación (sobre todo si tenemos un pecho frondoso), es mejor combinarlo con una camiseta lisa debajo. Así, damos profundidad al conjunto al mismo tiempo que desviamos la atención del punto conflictivo.
- Rayas verticales: en el momento en que engordamos, las rayas horizontales se convierten en enemigas mortales porque hacen que el ojo se deslice de izquierda a derecha, aumentando virtualmente nuestra anchura. Las líneas verticales, al desplazar el ojo de arriba a abajo, nos estilizan.
- Chaquetas con estructura: este punto depende de vuestra forma de cuerpo, pero por lo general, tendréis que mirar que la parte de atrás corte hacia la mitad de la nalga (más corto realza el trasero y más largo es efecto pardillo) y que el primer botón se abroche justo debajo del pecho, en ese punto entre los pectorales y la barriga. Hombros rectos y hacia atrás, que los hombros hacia delante hacen joroba y encogen visualmente el cuerpo.
Con esta pequeña guía más o menos sabremos qué buscar cuando estemos entre los mil percheros de las mil tiendas de ropa que, afortunadamente, tenemos a nuestra disposición. Eso sí, siempre paciencia, es mejor volver otro día que marcharnos con lo primero que cojamos. Y por supuesto, colores oscuros.