
La playa. Ese maravilloso lugar donde la mayoría de nosotros deseamos pasar nuestras vacaciones, tirados a la bartola, mirando el cielo azul mientras nos arrullan las olas. Las gaviotas piando a lo lejos, los bocadillos de tortilla, la carne empanada…
Pero no vamos a la playa sólo a comer, de hecho este post, el primero de nuestro Especial Playa 2009, va sobre cosas que nos quitan el hambre.
Porque, amigos, que el verano , y las vacaciones de Semana Santa, sea la época más relajada del año no implica que podamos vestirnos sin ton ni son. En verano los espejos también existen, y por eso os vamos a enseñar a ponernos bien un bañador.
La primera norma que hay que tener en cuenta antes de lanzarse a la arena es simple: conoce tu cuerpo. Puede que hace cinco años fuéramos bombones de caramelo, pero si a día de hoy nos hemos derretido es probable que tengamos que optar por un estilo que antes no hubiéramos considerado.
El problema de los tipos de bañadores es que tienen tantos nombres como usuarios. Para simplificar, aquí vamos a hablar de boxers, slips y cortos.
Mientras que los boxers, que llegan mínimo a medio muslo, suelen ser holgados, los slips y los cortos son ceñidos.
Los cortos siguen cierto airte retro que recuerda a los años 70, mientras que los slips también son llamados turbos por algunos.
Si nos acercamos a la foto de la portada, podremos ver a tres hombres luciendo cada uno de ellos. Espero que estéis preparados. No respondo de vuestras pesadillas.
Estos hombres llevan, cada uno, uno de los modelos más populares de bañador. Eso sí, ninguno lo lleva adecuadamente. Dos de ellos de han saltado la primera norma, conocer su propio cuerpo. Sorprendéntemente, el único que la ha seguido es el tercero, el del boxer azul y blanco. Con su complexión, esa era la opción que más favorecería su estilo.
Como segunda norma tendremos en cuenta que lo que la gente no quiere ver, no debe enserñársele. Vamos, que sujete, no que apriete el bañador. No nos hace más guapos, ni parecer más jóvenes, ni llama la atención de forma postiva. Más bien al contrario.
Si somos maduritos nos hace parecer un viejuno en plena crisis de los cuarenta, además de darnos cierto toque de gigoló italiano. Si somos más bien jóvenes, podemos pasar por el típico chuloplaya.
Y es que una vez más volvemos a lo del cuerpo. Para poder llevar un slip con soltura hay que tener un cuerpo apolíneo – ¿apoqué? estar que cruje, vamos – porque si no es la prenda de vestir más ridícula del mundo.
La forma física de cada uno es algo muy personal. No hay que estar buenísimo para ser atractivo. Cada uno es libre de tener los michelines que desee pero, eso sí, tiene que saber que están ahí para poder vestirlos con gracia.
Aquí viene la tercera norma: evitar que la barriga cuelgue por encima de la gomilla del bañador. Esta es difícil. Mucho. Si nos ponemos el bañador que nos dé la vuelta el ruedo vamos a parecer pardillos. Ahora, si llevamos una panza del tamaño de la Plaza de España cayendo en cascada por donde no debería, malo también.
La solución suele ser apostar por lo grande. Hay un truco muy sencillo en moda para hacerte parecer más pequeño: a cuerpo grande, estampado grande. Busca un bañador de corte boxer de los más largos que haya, casi por la rodilla, y procura que el dibujo que tenga sea grande, en plan flores hawaianas, por ejemplo. De este modo, tú no serás más pequeño pero al ojo irás en armonía con lo que hay sobre ti.
¿La pucha? Seguirá colgando, pero si has hecho bien tu trabajo llamará menos la atención.
Estar en forma tampoco es una garantía de éxito en el difícil mundo del bañador. Algunos creen que por tener un cuerpo diez pueden colgarse cualquier cosa y tirar para la playa. Error. El sentido del ridículo también debe aplicarse a los chicos diez: por mucho sueño que vayan quitando por ahí, la vista, a dios gracias, no. He aquí la cuarta norma: ser demasiado moderno en la playa siempre es un error.
Y es que la experimentación en el campo del bañador tiene sus límites. Personalmente lo pongo en la decencia, porque nadie tiene necesidad de ver las partes pudendas de otro nadie. Esto excluye, inmediata y categóricamente, el tanga. De hecho no lo he considerado ni bañador.
Por último, y como quinta norma a la que recurrir cuando estamos muy perdidos, hazte siempre esta pregunta: ¿me gustaría ver a mi padre de esta guisa por la playa? Si la respuesta es no, ni lo intentes.
Oh, y los boxers con huevera. Consideradlo un favor personal.
Imágenes | In latte veritas, Bengt E Nyman,