El espacio vital y otras reglas del lenguaje no verbal

El espacio vital y otras reglas del lenguaje no verbal
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Los puristas del tema me acribillarán por hablar de lenguaje no verbal. Y en el titular nada menos. Pero les ruego que me pasen esta por alto: comunicación quedaba demasiado largo y serio para mi titular.

Pero es que sí, se trata de un sistema de comunicación propiamente dicho, con tanta entidad como el lenguaje pero con unas reglas de coherencia un tanto más difusas. Ya hemos hablado antes de algunos trucos a la hora de saludar o de comportarnos en una cena formal, pero lo cierto es que las buenas maneras son un mundo en sí mismas. Igualmente importante es respetar el espacio de las otras personas.

Normalmente actuamos sin ser conscientes de que respetamos estas normas no escritas, pero conocerlas y aplicarlas conscientemente puede suponer la diferencia entre conseguir o no un nuevo empleo, una nueva pareja o, simplemente, hacer nuevas amistades. Al fin y al cabo, causar una buena primera impresión no es sólo cuestión de moda.

Se llama próxemica y es una rama de estudio científico creada por el antropólogo Edward Hall en los años sesenta. El buen hombre se dedicó a estudiar las diferentes distancias corporales que mantiene la gente según el momento. Hall venía a decir que la distancia social entre las personas se refleja también en una distancia física. Sin entrar en la teoría pura y dura, quedémos con esta idea para ver cómo utilizarla en nuestro beneficio.

Según los estudios, las personas consideramos nuestro espacio vital un total de metro y medio a nuestro alrededor. En ese espacio admitimos a la gente según unas normas sociales muy sutiles, aunque se matiza según las culturas. Las latinas permiten un mayor acercamiento de las personas sin que se produzca incomodidad, aunque en las nórdicas se tiende a mantener la distancia.

Siguiendo las teorías de Hall, para una reunión de trabajo la distancia estaría comprendida entre los 46 y los 360 centímetros, y es que este tipo de interacciones se pueden incluir en dos categorías: distancia personal o distancia social.

Hall distinguía cuatro distancias, incluyendo las dos citadas. Una más íntima, que sería la más cercana, y otra aún más marcada que la social, que sería la pública. Ahora mismo, las que nos interesan son la personal y la social. Mientras que la personal se fija entre el medio metro y el metro y medio, la social va desde ahí hasta los tres metros. La primera es la que suele darse en reuniones sociales, en la oficina, en fiestas, incluso en una asamblea, si tenemos cierta relación de amistad con la persona con la que estamos interactuando. En general, la distancia personal tiene en cuenta que si estiras el brazo tocas a tu interlocutor.

Sin embargo, medio metro es demasiado cerca para según qué interacciones que se pueden dar en un entorno laboral. A nadie le gusta que su jefe se le arrime demasiado ni que se tome una cordialidad que no le corresponde. También, cuando empezamos a conocer a un cliente no es oportuno acercarse tanto (medio metro no es nada, haced la prueba). De ahí que lo conveniente sea jugar con la ambigüedad entre los dos tipos de distancia media.

de cañas con amigos, proxémica

La distancia social, la que va hasta los tres metros y medio, es la que usamos con los desconocidos. Cuando nos preguntan algo por la calle, cuando vamos al super, o cuando tratamos con algún compañero nuevo que acaba de llegar. Es la normal con la gente que no compartimos una relación de amistad. Ahora, tres metros es una pasada y medio metro es demasiado poco, ¿para qué nos sirve la proxémica entonces?

La próxima vez que nos veamos en la situación de entablar una relación de negocios con alguien nuevo podremos medir su confianza en nosotros a través de esta distancia corporal. Alguno pensará que me he flipado, pero no es así. Al conocer a la persona, lo normal es que mantenga una distancia de algo más de un metro. Esta distancia será un reflejo de su disposición psicológica hacia nosotros. Nuestra intención tendrá que ser reducir esa distancia sin hacer sentir incómodo a nuestro interlocutor, y para ello lo mejor será dejar que él se acerque. Esto suena a cazador en medio del bosque, pero es que amigos, los negocios son así.

¿Cómo haremos para ganarnos la confianza de nuestro interlocutor? Evidentemente, sólo son pistas, es imposible tener una fórmula matemática para ello. Sin embargo, existen unos códigos que deberíamos conocer. El primero, el saludo. Un buen apretón de manos sentará las bases del resto de la entrevista. No es definitivo, claro, pero sobreponerse a un mal saludo cuesta. El segundo, una sonrisa franca. Esto sí que es difícil, porque la mayoría de la gente tiende a exagerar o a poner una risita nerviosa. Tener preparado lo que tienes que decir también te ayudará a mantener ese aire de confianza. Evita jugar con las manos, aunque tampoco las dejes lacias sobre el regazo, así que de vez en cuando gesticula un poco para no parecer un robot (ojo, un poco).

Hay que tener siempre en cuenta que el último en llegar es el que invade el espacio del otro, así que un poco de humildad en el comportamiento no vendrá de más, que los hay que tienden a actuar como si fueran los dueños de todo. Eso intimida a nuestro interlocutor, y produce un efecto no deseado.

Evidentemente, eso son sólo pequeñas nociones para saber a qué atenernos a la hora de presentarnos ante nuestro nuevo jefe, a juego con nuestro fantástico aspecto.

Imagen | Amaneiro, Fryless

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